Perdono con facilidad, y las garras dentro

Por favor, aparta tu amargura insensata.
No la dejes de mi lado, que no la quiero.

¡Basta!

Encuentra la paz donde te plazca, pero conmigo no.
No aceptaré más tus malas mañas.

Rezo porque el silencio caiga como abrigo sobre mi morada,
que está ya muy helada de tu mal aura.

Espero que no venga tu recuerdo como punta de lanza sobre mi costado sensible y mis ansias.

Melancólica es la llama que arde dentro de mi casa, que no calienta, pero arde; que no quema, pero tumba mi baluarte: y se goza con mis lágrimas derramadas sobre el lastre del hogar que ahora es refugio de mártires.

Creído siempre con la cabeza en alto, romántico ante la tragedia y el engaño, De frente mi vida, sin miedo, sin arrebatos.
La muerte no puede ser para tanto.

De la cima donde descansa joven el ocaso
bajan los hombres del campo a caballo, con machete en mano.

La tierra que recorren desde antaño, las tradiciones que se guardan desde sus viejos ratos se olvidan y menosprecian

en las calles asfaltadas de nuevos veranos.

Cada día más calientes,

sin árboles donde recostarse.
Desde que llegaste con tu gran maquinaria, cortaste

el delicado tejido de una tierra ya ilustre,
de figuras y pasiones inolvidables, que resisten el odio de tus amantes,

Antigua eres, madre mía, e implacable en la lucha
Por tus hijos, que viven recordando tu memoria:

¡La verde, joven y esperanzadora!
Uniste a los hombres, al mundo, a las corrientes y la trova.