Ya no dormirás en mi pecho, ni besaré tu frente.
No me ocultaré contigo bajo las sábanas al amanecer, ni escucharé tu cantar en la ducha.
Medio dormido, con frío, esperando que vuelvas a acurrucarte y darme calorcito. Con tu pelo mojado, y tus pies helados.
No me volverás a ver, ni en esta vida, ni en tus sueños, ni en la siguiente.
Y con cada paso que dé, me alejaré más de la persona de la que te enamoraste.
Hasta que ya no esté, ya no exista. Y confundas con locura mi aroma en tu alcoba.
No más probarás mis lágrimas, ni te servirá mi dicha.
Tú risa no complacerá mi alegría, y tú boca no degustará mis labios ni compartirá mi comida
Te olvidaré. Tenlo por seguro.
Los momentos que recuerde en mi lecho de muerte serán otros.
No guardaré rencor ni arrepentimiento, té lo prometo.
Mucho menos culpa ni te dedicaré algún pensamiento; hará mucho ya que mi cuerpo habrá abandonado por el tuyo su deseo.
Y dejarás que esto pase, como te dejé en un primer lugar tomarme y me iré sin llevarme nada:
porque es tuyo.
Te lo dejo.
Como siempre fue, y por última vez: Te lo doy todo.