Sofía

He llegado ahora, ya cansado. De tan lejos que he viajado.
He llegado andando, con calma. y he visto flores marchitar sobre mesones, esperando. y no sé cuanta guerra.

he venido de donde es virtud del hombre obedecer, y de la mujer: El fuego.

He sido grande, y también pequeño.

Y con eso les confieso, que donde me ven, he muerto.

Muerto de penas que cargo por dentro; me duele tanto, dios mío, el pecho.

Ni su ausencia hacía tanto eco, pero es el silencio que queda retumbando

Si estoy aquí, estoy entero.

Todo este tiempo, Sofía querida, hace tanto te anhelo, y no te veo.

Las lluvias de mayo me traen sus recuerdos.

Recuerdos que vienen y van, que no dejan rastro,

pero ese aroma que sí dura largo rato.

Cariño, cariño… si vieras por dónde en venido.

Cariño, si supieras que te cargaba en mi mente todo el camino.

Ay, no te vayas, cariño. No sabría como seguir si no estás conmigo.

Sea fuera, o en mí, te cargo dentro como el cáncer que carcome la piel, que crece y me va matando.

No te vayas, te lo suplico. No me dejes caer en este revoltijo apenado.

Que sé quién he sido, y lo que he hecho.

Que conozco mis pecados, que no soy un santo.

Que conozco mis ansías, como conozco tus caricias y tu llanto.

Y aquí ahora, te lo digo de nuevo: Estoy muerto.

Muerto de risas que compartimos, de locuras que vivimos, de esos sinsentidos; que no tiene explicación fuera del momento.

Que vivimos tú, y yo. Que tuvimos por tan poco tiempo.

¿Por qué, Sofía mía, por qué estás tan lejos?

Que todavía podemos, que he venido de tan lejos, con este dolor en el pecho, a decirte que estoy aquí, de nuevo, entero. Casi como nuevo. Un hombre completo. Obediente a tu fuego.

Que nací cuando te conocí. Y mi primer recuerdo es del miedo abandonando mi cuerpo; pero a la espera que caiga de nuevo, como lluvia sobre nuestros rostros, cada día más ajenos a quienes éramos.

Sofía, recuerda. Recuerda esto que tenemos.

No dejes que se lo lleve el viento, que mis brazos no pueden detenerlo.

que aquí donde me ves, si puedes hacerlo, te lo ruego. He sido muy grande, pero también tan pequeño.

He visto las estrellas, he visto los caminos que llevan a ellas y sin tu luz no me atrevo a navegarlos.

Entonces, ¿dónde quedo?

¿aquí?

Con mil ojos mirándome, pero no los tuyos, no, ninguno como esas piedras de ámbar oscuro.

Como seremos de curiosos los humanos, que nos preocupa recuperar el cuerpo de nuestros caídos.

Pues he aquí, que alguien venga por el mío.